Envidiable

24 octubre 2006


Confieso que desconozco la naturaleza femenina en muchísimos aspectos. Honestamente he hecho esfuerzos por alcanzar ese grado de sabiduría que tenemos vedado la inmensa mayoría de los hombres. No pertenezco al pelotón de denostadores de la inteligencia femenina, muy por el contrario. Me encuentro en un grupo pequeño, reducido, de varones que respetan lo que sospechan es, una capacidad totalmente diferente de percibir las realidades a su alrededor. Quienes prestan atención a las reacciones de una mujer, les resulta evidente que ven donde nosotros no vemos. Muchas veces, con una simple mirada o un saludo desganado, son capaces de hacer un diagnóstico certero y concluyente de una persona, y no duden, señores, que el tiempo, inexorablemente les dará la razón. La innata capacidad para desentrañar una mentira, es algo que aún me produce asombro. No sé que nos miran, que secreto descubrieron del hombre, que hace que ante algunas miradas femeninas, quedemos desnudos, despojados, y con frío. Asimismo, tanta habilidades que juegan a favor, a veces pueden volverse en su contra. Nada mejor para un hombre, si está en duda acerca de las intenciones de una mujer, que recurrir a otra para acabar con el interrogante. Incluso, cuantas veces hemos tenido la oportunidad, hombres al fin, de comprobar cuan cierto era cuando una novia o esposa nos decía "para mi que fulana te quiere bajar la caña". "No viste como te mira?". "Mirá la guacha como se quiere hacer notar delante tuyo...". Qué amigo hombre sería capaz de hacernos ver eso?, eh?.
Párrafo aparte, merece la capacidad asombrosa de ocultar una verdad y taparla con una mentira. Cuando una mujer nos permite asomar a ese mundo, caemos en cuan sofisticados nos creemos para armar el entramado de un engaño. Nos creemos ingenieros de la mentira, arquitectos de una ficción que, para sostenerla, precisamos de cinco amigos, un portero, y dos parientes, y ellas, en el colmo de la simplicidad, se bastan a si mismas para engañarnos. Una sola mujer y su mirada. Alcanza y sobra.
Para el resto, los que subestiman o ningunean estas aptitudes, les queda seguir de espaldas a una realidad que los podría golpear en cualquier momento. Aunque más no sea, por curiosidad, observen amigos. Y estén atentos.

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