Credulidad

27 octubre 2006


Adoro comprar fantasías. Mi costado infantil sobrevive sin problemas cuando oigo una promesa, incluso aquellas que me dejan un regusto de sospecha. Inmediatamente trato de despejar los nubarrones, para vivir esa ilusión. He notado, por ejemplo, como compartiendo una película o una serie en la tele, mis ocasionales compañeros van perdiendo la credulidad con distintos hechos, pero yo sigo manteniendo ese mínimo nivel de fé que se precisa para continuar con el espectáculo. Supongo que debe venir escrito en la receta de uno mismo, para bien o para mal. Pero está claro que para disfrutar de una ficción artística, uno debe "comprar" esa ilusión, esa historia que nos narran. En cuantos casos uno conoce todos los clichés, los lugares comunes de una novela, y sin embargo, le baja la persiana a la realidad, a la experiencia propia, y decide embarcarse en un imposible, sólo por el gusto de disfutar unos instantes por día?. Me pregunto, está mal eso, trasladado a la vida?. A nuestras vidas, a lo cotidiano de lunes a domingo?. Comprar una situación, una realidad que no es tal a los ojos de otros, por el placer de escaparse un rato a lugares que de otra manera no se podrían visitar?. Digo, invitándolos a hurgar en sus memorias, están seguros de no haberlo hecho alguna vez? Hay un tango, que no recuerdo por el nombre, pero tiene una frase textual que dice "sin esa mentira no puedo vivir". Sin llegar a ese nivel de dolorosa verdad, sino dejándolo en un nivel más inofensivo, cuantas mentiras nos hacen de muleta mientras pasamos momentos no muy gratos. Y cuantas fantasías más nos harán cruzar oceános mientras no le vemos una mancha al horizonte. De eso se trata, y para eso sirve esa credulidad de la que te hablo. Para que sigas creyendo que aquí trabaja una gallega conmigo, la cual, sabemos todos, está muy buena, y además, para que alimentes tu inocente mentira cotidiana. Uno, por crédulo nomás, puede seguir soñando que algún día se cumplirá.

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