Someter

17 abril 2009


Nada verdaderamente novedoso para resaltar.

Sólo decir que está ahí. No acecha. No espera. Está.

No desespera. No agita. No ahoga, no trauma.

Ni urge, ni pelea por saltarle rampante al deseo opuesto.

No vuela. No crece, ni se expande. No avasalla, ni respeta. Está.

No pide.

No.

Pero está.

Estira silencios con miradas.

Hunde sus parcas palabras hasta un nuevo sonido.

Arranca el miedo. Subyuga y conquista.

Todo Perfecto (salvo lo eterno)

11 noviembre 2008

Una tormenta silenciosa corre detrás de la escena.
El cuadro de personajes, inmóvil. Detrás de ellos, el vértigo del tiempo.

Para la foto, sonrisas pegadas con alfileres. Ruidos para un fondo animado, campanas y algún violín caminando el hilo deshilachado de una melodía vieja.

Sofocada, una garganta que pide aire pero espera. Y el reloj que marca estaciones, eras y cuenta en millones los años.

Para la mano ajada que acaricia, una mueca de cumplido. Para la palabra gastada y convenida, una mirada que se apaga. Una contraseña para dejar en alto la bandera blanca. La tregua que nadie firma. La guerra que ninguno ya pide pelear.

La contraseña: Espere su turno.
La señal: Una selva de semáforos en rojo que nunca cambian.

(Una caja de anestesia, habitación 11...)

Dominio

20 octubre 2008

(Nunca errar el tiro.
A la cabeza o al pecho. Errar nunca. Que nunca un ruido altere la decisión.
Jamás un retraso para bajar el martillo).


Porque necesito el dominio.

De tu aire.
De tu espacio.
Saber cómo, cuándo.
Entender la chispa que enciende.
Manejar la dirección de tu voluntad.
Respirar la exhalación que provoco.
Enfocar tu luz hacia mí.

(El mientras tanto muta a un para siempre.
El ansia subleva. La espera carcome.
Las manos tiemblan, sudan. Delatan.)



Porque

Los barrotes se esfuman.
El tiempo corroe. Alisa.
No hay sonidos. Sólo ecos.
Una etiqueta vieja y el latido espeso que se distancia.
De todo.


(Siempre queda lugar para un poco más de humo.)

Harakiri (con tramontina)

26 agosto 2008

(Es fiesta... pero me está matando por dentro...)

Vos sabías que alguna vez iba a suceder...
Si no sabías que se estaba incubando, era por la simple razón de mirar sólo la corriente por arriba.

Nunca pensaste que el piso podía explotarte? Qué el techo aplasta y ahoga, sin tocarte siquiera?
Porque apostaste hasta la última moneda y exprimiste cajones... Todo para que el día llegue, y te atraviese. Real, como el brillo. Como la lengua, cuando siente sangre en la boca, y sabés que es tarde. Porque no hay manera de salir ileso.

Pero no hay detalle que se haya escapado. Nadie deja de cobrar una apuesta así, y te llevan todo.
El espejo que te devuelve hermosa. El encanto de las miradas ajenas. Un par de almanaques, las entrañas y el futuro que armaste. Pedías amor a gritos y te dejaron en todos los muelles.
La fe ardorosa y de poco aliento, sólo alcanzó para tapar los huecos más grandes. Los más dolorosos, a la lista de espera. Nada gastaba a esa piedra.

Sin embargo, los grandes derrumbes no se anuncian. Y empiezan con el leve vuelo del polvo, que queda eterno flotando. Los quejidos fuertes, un desgarro, y la avalancha que busca suelo.

Los pedazos informes que no volverán a armar nada, están a la vista.
No hay azar. No hay fortuna. Sólo malas elecciones.

De todo, quedó el eco. Y un tiempo estancado en el perfume más sereno que pude respirar.

Recaída

22 abril 2008



No había más canciones para que cantásemos juntos.
A mi se me habían terminado todos los trucos.
A ella, todos los encantos.
A los dos, las sorpresas.

Pero.

Aún tenía deseos de esperar que exhalara, para respirar de su aliento.
Aún quería saber del hechizo de no poder salir de una mente ajena.
Ser soñada. Y saberlo.

No.

No hay manera de resistirse al dolor de perder, aún ganando.
Al calor de un pecho inflado de vacío.
A un hilo de frío que recorre el vientre.
A la despedida segura. Al pasaje de vuelta con fecha en blanco.

Caer cíclicamente, no es recaída. De eso estoy seguro.
Como que caigo más de lo que me alzo.

Groupie de cabotaje

11 abril 2008


Para caídas vertiginosas
, y resurrecciones asombrosas, nadie mejor que ella.
Promotora de su propio veneno, aun no conocía el antídoto, por lo que a menudo se pegaba un bajón del cual cada vez le costaba más emerger.
El envase, que tanto la ayudó a sobrevivir, se le empezaba a ajar.
El instinto avisa, pero la razón disfraza. Aún así, comenzaba a percibir que para seguir en ese ritmo, ya no alcanzaba.
De animal deseado y esquivo, a figurín de reparto. De sueño húmedo, a mueble de la decoración de una noche olvidable. Sólo hay tiempo en el medio.
Los encantamientos cada vez le duraban menos. Sin paciencia para llegar al final del truco, la ansiedad le comía un pedazo de alma y le consumía la confianza.
Las historias eran más cortas, los finales siempre calcados. Sin sorpresas, cada noche jugaba a encontrar el mapa del tesoro. Y tarde por las mañanas, las manos ásperas y vacías.

Quién sabe en qué arruga llegará el alma que pueda, al fin, mantener y avivar ese fuego.

Fácil

07 abril 2008



Pensabas que era fácil. Que en algún momento todo termina.
Que el sabor amargo se iba a diluir, que el dolor se iba a mitigar.
Era tan fácil.
Pero el reloj se devoró todo. Volteás la mirada y ya no se distingue ese pasado.

Entonces, qué mierda es este amasijo de tripas, el frío súbito y los latidos que ahogan?
Por qué aún quiero escuchar las mismas palabras?
Qué puta idea es esa de creer que el dolor redime y eleva?
Patear mil calles o quedar suspendido en el vacío, es exactamente igual.
Matar el fantasma es matarme a mi mismo.
Porque ya está dentro. Porque vive aquí dentro.
Sin querer echarlo, lo alimento con la pasión que guarda mi quietud.
Lo cobijo con la más estúpida de las paciencias.
Parado, en pausa.
Hasta el retorno más esperado, puede ser el más temido.

Sobre las pisadas

14 marzo 2008



Después de todas las olas de calma, que taparon pero no ahogaron, reapareció. Como si nada hubiese pasado, masticando la explicación, apretando el mute en el momento de decir lo que sabemos y no queremospodemos&debemos decir.

Todavía siento que se me aprieta el alma cuando la encuentro a través de las mil maneras de cruzar a alguien hoy en día, y juro que he cambiado todos mis caminos para no tener que verla.


El maldito celular y el omnipresente
emesene terminan convirtiéndose en un colador, y lo ágil ( y por qué no furtivo), ahora muta en un cruel recordatorio de que para echar a alguien de tu vida, no alcanza con un adieu byebye aufwiedersehen.

Se me quemaron los papeles con la cura, siempre fui de la secta de los sostenedores de la teoría que dice "un clavo viejo se saca con uno nuevo".
Detesto que la práctica me refute la teoría. Y aborrezco el estado de estupidez en que me deja.

Supongo: Quien conoce tu lado vulnerable, lo visita muy asiduamente. Quien piensa que mostrarlo, es un rasgo de apertura hacia su lado humano, se pone la 9 en la sien.


Dato estadístico: 9 de cada 10 mueren con la bala que gentilmente facilitaron.


Es probable que todo se vaya a la mismísima mierda, pero no tengo ganas de volver a buscar mis cosas al fondo del barranco. Porque me costó un huevo volver subir hasta aquí. Y porque creo que debería asumir que vivir con la vista atrás, me hace mierda el cuello.


Consejo: Nunca corras a un loco para el lado que va. Te cansás antes. Más vale hacerte el loco y que te corran a vos.

Sacrificio

23 diciembre 2007


Abrió sus piernas invitando a morir el instante.
Pidió la copa más fuerte, la alzó para sus ojos y exigió el corazón de su esclavo.
Juró que no habría agonía, sólo un paso hacia la gloria más brillante.
Dos escalones al cielo, sin más sufrimiento que el dolor inicial.
Conocedora de los atajos de la paciencia, gritó su calma y barajó el futuro inminente.
Mil billetes en su mano o una curva desnuda y tenue.
Suicidio o culpa eterna, planteó.
Sabedora de las elecciones de sus víctimas, no dudó en hundirse en el alma ajena.

Tristeza Natural

05 diciembre 2007

Junta cosas para el alma en las góndolas del súper.
Vende boletos para su paraíso los sábados, y acepta reclamos los lunes.
En nombre de una montaña de pasado, se ahoga en olvido.
Anestesia almas que le ofrenda a las madrugadas.
Sueña veloz el futuro, y se devora el presente.
Acaricia tierna, y envenena.
Clava firme su recuerdo y se aleja por el muelle.
Con su pañuelo de despedidas, tapa rostros que la envuelven por la noche.
Ni una estrella deja que le prometan, son suyas.
Un dolor que ya calmó es la carta que ofrece y una parcela de su cielo es la única garantía.

Entre mis manos no queda más humedad que la del temor.
El pecho atravesado por un ancla que tira a lo profundo.
En mis ojos, la estela del barco que se fue.
Y un pañuelo que no conoce más lágrimas que las ajenas.
El olor de un incendio ahogado o el perdido aroma de esa piel.
El sabor de todo y el lamento del vacío.
La certeza de saber que todo se apagaría. Irremediablemente.

Partir

27 noviembre 2007


Bienvenido... no sé si es el momento, pero de hecho, lo es. Estás aquí.

La mesa está despejada. Podés abrir tu mano o esconder las cartas. Será indistinto. No varía para el desarrollo del juego, de nuestro juego.
Si es preciso, podemos detener el tiempo. O desviarlo hacia el pasado que invocás como feliz. Yo elijo anclarme en el presente. Desde aquí me dedicaré a cuidar mi mitad de aquel tiempo.

No pronuncies nada como promisorio. Siempre llegará a mis oídos como frustrante.
Cada siempre que escapó de tu boca abrió un precipicio de nunca.
Fue el inmenso mar de palabras que siempre me ahogó cualquier duda. Hoy, ya no.
Aún lucho para terminar de secar estos huesos, que son lo único que salvé de la travesía.
Pero ya no hay dolor. Es difícil explicar como se consigue anestesiar el alma, a menos que gustes oír la sucesión de piedras que penden de este collar. Sin embargo, y a riesgo de conseguir tu enojo, puedo confesarte que no le has agregado tanto a este calvario. Simplemente arrimaste los últimos granitos para cerrar la cadena. No más que eso.
Pensarás, por qué justo a mí? Con no demasiada astucia, saltarás al siguiente escalón, y te preguntarás... si otros han desolado este espíritu, y yo apenas lo abollé... por qué debo ser el que salde todos los destrozos? Tal vez, si mantengo fija mi vista en vos concluyas (pero no sabiamente), que este papel te ha tocado por ser el último de la fila. El último hombre que llega a estas tierras pensando que todo se hace con nada, y que nada paga lo mucho que cree que da. Gracias por todo, y mientras duró, debo decirte, fue hermoso.

PD: Deberías agradecerme el no haberte dicho que estaba confundida. Tuya por siempre (en aquel tiempo) Verónica.

Mentiras

21 noviembre 2007

Me subo a la montaña de papeles y jugadas clásicas.
Como todo lo que hago me parece previsible, le ruego que la incendie.
Cómo adelantarse a quien te completa la frase o sobreponerse a la sospecha de que caminó tus pisadas?
Sabe mis cartas, pero simula no conocerlas. Me espera en cada esquina y deja que me acerque.
No hay una lágrima que no haya llorado, ni sorpresas que no devorara su asombro.
Podría lograr que cambie el curso, pero disfruta saber que hay un desastre en el camino.
En el juego de las inocencias disimuladas, ruega, pide y susurra. Será mentira, pero la más dulce saldrá de mi boca. Sé que tengo comprado mi lote en ese paraíso.

Fue verla y saber que se acercaba un problema. Mi mejor respuesta, buscar el salvavidas.

Cómo huir de las mejores caricias que pueden rogar estos oídos?

Cielos

20 noviembre 2007

Atesorando mentiras dulces, pasó el tiempo hasta inundar el presente.
Acarició cada error, imaginó un cielo de labios que le susurraban calor a sus oídos.
Arrastró sombras a las que les infló el alma vacía, y se las presentó al cadáver de su amado.
Coronó con nuncas un collar hermoso de jamases.
Espantó la pasión y la vistió de ternura inocente.
Ahogó un hilo de conciencia y puso en el altar la construcción más compleja que podía parir su imaginación: Amor eterno.
Para cada ardor, un bálsamo.
Todos sus náufragos llegarían a una costa y el sopor haría su sueño más cercano al sol.

Despertar era el costo. Nada corroía tanto su paraíso como vivir, con los ojos plenamente abiertos.

Sospechosamente bien

12 noviembre 2007

No es como la leve subida del dólar. Ni siquiera se compara a los índices de inflación. Es el alza más importante que notó esa mañana. En la radio hablaban de noticias serias como si fueran dos señoras de antes, baldeando las veredas de sus casas. La pava era, desde hacía minutos, un géiser doméstico, ignorada como tantas otras cosas de la casa. El día amaneció grisáceo, pero no perturbaba, en lo aparente, la rutina de esa mañana. Se sentía bien. "Sospechosamente bien", se repetía para sí misma.

En el camino al trabajo, comenzó a notar que la miraban. Con intriga. Con curiosidad. Con sonrisas reprimidas, con ojos de cierto asombro. Sentía que algunas miradas la seguían. Incluso le pareció que los saludos obligados y repetidos de cada día eran distintos. Ya no eran mecánicos y de compromiso. Hasta le sonó musical y encantador el "qué bonita estás hoy" del portero.

Comenzó su mañana en el bar de enfrente del trabajo. Tenía el diario abierto, leía. Pero no había una miserable frase que le quedara en la memoria. Era la cara de ella en todas las fotos. El mozo le trajo su café de siempre, y el sobresalto de que lo trajeran a este mundo, hizo que lo tirara al piso. "Qué torpe, disculpe" le dijo, mientras, agachado, el mozo renegaba.

Cerca de la hora de entrada, él seguía de reojo la puerta de entrada. Cuando la vio, saltó de su silla, dejó el dinero sobre la mesa y disimulando la carrera, se le acercó. Sin querer, la empujó. Ella giró la cabeza y se encontró con el rostro de él, rojo de vergüenza, ardiendo de timidez.
La sonrisa lo calmó, no escuchó palabras salir de esa boca, que franca y ampliamente le insinuaba su humor. Notó que sonreía aliviado. Que se aflojaba toda tensión. Que la ansiedad que lo comía desde la noche se diluía frente a esa mujer. Se dio cuenta, súbitamente, que sólo quería estar frente a ella. Para sentirse bien. "Sospechosamente bien", se dijo para sí mismo, mientras subían las escaleras.

Sala de Espera

07 noviembre 2007


Mantenerte en la oscuridad? Dejar que el tiempo aplaste y moldee todo?
Quedarme con la última impresión? O hundirme en la foto que se clava impiadosa, objetiva y tan enferma de aquel presente?
Somos lo que nos pensamos o somos lo que nos hicimos?
Seguiré vivo aún en tu sueño? Será tuya la silueta que sigo imaginando insomne?
Soy con vos?
Sin espacio, el aire escapa. Agobio que es vida.
Tenue.

Preludio del Adios


La noche sin nubes no esconde sorpresas. Sin embargo, algo le atraviesa el pecho. Hay caras que son vidriadas. Sinceras hasta el suicidio. Ella camina hundiendo sus pasos en barro, y llegar es partir.

Él espera con su café. Lo revuelve, aunque sabe que no hay nada para disolver. Acomoda el atado de cigarrillos, escarba el programa de su celular, como si fuera a encontrar una nueva y mágica función. Todo el espectáculo de la ventana le pasa desapercibido. Cambia las llaves de lugar, le pide un diario al mozo y fijamente observa el reloj de la pared. El segundero no avanza más que a pasos cortos, como indeciso.

Cuando abre la puerta, siente el calor del bar en su rostro. Por un instante, ansió no encontrarlo, para seguir su huída. Ve la mesa, y encuentra todas las pertenencias de él prolijamente acomodadas, como un muestrario de exposición. Las llaves del auto, el celular, el atado de cigarrillos, el encendedor dorado que tanto detesta. Y él. Siente que algo le enerva la espalda y aprieta los dientes hasta sentir el dolor en los maxilares. Ataja su sonrisa y le devuelve el frío que trae consigo.

Se alegra de la llegada. Pero el pecho le insinúa que algo no está bien. Quizás la mirada que huye a la suya, o tal vez la ropa. Duda. Habrá pasado algo afuera?, se pregunta. Mira por la vidriera del bar y todo está como cuando se sentó. Se acomoda en su silla sabiendo que se aproxima el momento de atajar una andanada de golpes en una habitación a oscuras.

Adiós Roberto...


Me senté al lado de la ventana. Como siempre. Abrí un diario que nunca compraría y esperé al mozo. Serían las 11 de la noche, día de semana, no recuerdo cual. Pedí un café y un vaso de soda. Nunca se me ocurren muchas actividades cuando tengo que matar el tiempo. Era eso o sentarme en la plaza. Pocas mesas estaban ocupadas, y el bar languidecía entre la poca luz y el escaso movimiento.
A mis espaldas, también junto a la ventana, se sentó una pareja con intenciones de charlar como se charla en algunos cafés, esquivando los nubarrones de una ruptura.
No vi sus rostros, pero los imaginé a la perfección. Ella era Daniela, adivino. Él nunca la nombró así, pero los diminutivos giraban en torno a Daniela. Dani, Danu, Danucha. Todos dichos en un estado de ruego e intercalados en cada frase. Él era Roberto. De la boca de Daniela nunca salió de otro modo. Daniela cuidaba que cada oración que expresaba, fuera lo suficientemente aséptica, tajante y sin ambages para el oído de él. Roberto discurrió su charla en cataratas de miel, en apelaciones a pasados virtuosos, instantáneas que pedían a gritos eternidad y pasiones apagadas por sabe dios qué conflicto.
No pude atrapar el nudo del drama, pero entendí en la primer respuesta que estaba asistiendo al desenlace que tanto temía Roberto. Parado frente a la alacena, corría de una punta a la otra abarajando platos, tazas y pocillos que ella, verbalmente, le tiraba al suelo.

Me abstraje por un instante. La voz de Daniela no era fuerte, ni siquiera sonaba enojada. Era una transmisión en directo desde el polo sur, y juraría que su aliento era helado, gélido. Sin dudas, tenía esa monotonía vocal que le adjudicamos a los robots de películas, pero era la temida voz de una mujer decidida. La voz que ningún hombre desea oír.

Cuando volví mi atención a la conversación ajena, sentí como Daniela comenzaba a apartarse de la mesa. El chirrido de su silla, las imploraciones de él, las disculpas de ella y su voz más lejana. La puerta que despide a alguien y deja entrar un leve viento. El silencio de Roberto que sabía que todos, involuntariamente, eramos partícipes de su nuevo estado.
Me levanté con la atención de no mirar a la cara a ese hombre. Preferí dejarlo sin rostro en mi memoria. El mozo se acercó, y me cobró al paso. Cuando buscaba la salida, oí como comenzaba su terapia de rehabilitación Roberto. Pidió algo fuerte y sin hielo, y le tiró canchero al mozo: -. Esta se piensa que es la única mina del mundo...
Uno más que tiene un futuro de recaídas crónicas.

Paciencia

21 octubre 2007


Hoy es el llamado a los gritos. A todas las resignaciones pasadas.
No quiero esperar que la lluvia la gaste. Que una ola la arrase o que el viento la esparza.
La impaciencia mastica cada nervio. El domingo amplifica el vacío.
Sin saber, sospecho. Del indicio a la sentencia, mil veces en mil instantes.
Será el llamado de la fascinación? El equívoco de las palabras huecas?
Las frases sueltas que sirven de soga, hoy sostienen. Mañana ahogan.

Toda una noche soñando hoy, cincelando el fantasma que no deja dormir. Rasgo por rasgo, aroma por aroma. El Frankenstein de una mente que se resigna a ser pasado. Arma y diseña. Desea.
Entre la dulce declinación y el ensordecedor pedido. Sólo un segundo toma decir adiós.

Siempre Entendí


El péndulo de la resignación y la rebelión nunca se detuvo.
De la euforia de vivir a escondidas la historia que nunca podría publicar, a llorar ahogada el diario de todas las mañanas. El vaivén siempre presente.
Llenando la bolsa de ilusiones y juramentos. Caminando por veredas separadas, alimentándose de guiños, destellos y cenando la amargura de lo imposible.
Cada día más cerca de nada.
A la luz, los escombros que apenas dan refugio, y el alma bañada de rocío.
Cada amanecer le roba el manto con el que sueña despertar, y me aleja.

Sufro esa piel. Y le imploro memoria.

El Envoltorio

20 octubre 2007


Que sea como debe ser. Un apagón de intenciones. Un corte de suministro de entusiasmo. Una escasez de sorpresa que haga explotar el mercado.
Tal vez deba asistir a la temida extinción de una llama que nunca quise avivar y me aterra que se apague.
El fondo sigue esquivo. El brusco descenso no sorprende ni se detiene. Es vivir con el pecho inflado por el airbag, antes del choque que quizás nunca se produzca. Adrenalina por nada. Catarata de silencios enlazados, juramentos que aseguran el próximo instante y abren el precipicio luego.
Juro que las vísceras se estremecen, que la sangre corre rápido como nunca. Te aseguro que quiero todo, pero desecharía la mitad. Sos el mejor envoltorio que me podría haber regalado el tiempo, pero es inevitable que te abra. Que te prometa que voy a envolverme en vos y sólo cubra mi cadera. Así será. Un orgasmo de culpa inundará el cuadro, y todo se diluirá.