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Creo que mis debilidades me definen mejor que mis virtudes. No puedo encarar cada mañana, cada día que comienzo, pensando en ser virtuoso. O en explorar y engrandecer alguna virtud. Sí me hallo más propenso a darle a mis flaquezas el espacio que se merecen . Porque piden, y mucho. Requieren de mí atención, tiempo, pero me reportan placer casi inmediato. Es cierto, en algún momento del día, me topo cara a cara con algo o alguien que me pide lo que no quiero dar. Lo que se supone debería, pero no tengo en los planes inmediatos. Postergo, en base al gusto de mis debilidades, un sinfín de acciones, actos y conductas que deben esperar. Así espera una lista larga de cosas, que sea feriado, que sea principio de mes, que llegue fin de año, que no llueva, que llueva, y en el peor de los casos, que se me cante. Una frase con destino de cuadro, es la que usaban los Who, "muy viejos para el rock'n'roll, muy jóvenes para morir". A esta altura, cuando ya estoy lejos de Gandhi, San Martín o Platón, reinvindico la perseverancia en las debilidades naturales. Hasta aquí llegamos así? Nos fue muy mal? No?, ok, sigamos. Nada personal con quienes decidieron un día virar el barco y enfilar hacia el paraíso, con los que ya están reservando un buen par de alas, el camisón blanco y la aureola para la estampita. Al contrario, los reconozco necesarios para contrastar con nosotros, los que aún buscamos algo más vertiginoso que un cambio de dieta, los que disfrutamos de la zozobra de las cosas que no manejamos. Vuelvo a lo mío. La debilidad nos define más a nosotros mismos, que la fortaleza para reprimir el instinto. Y, en muchos casos, es lo que quedará de nosotros. Lo que recordarán. Si en la batalla diaria que se da dentro nuestro, entre el costado virtuoso y el vicioso (de alguna manera debo llamarlo...) siempre hay empates, tendremos asegurado nuestro lugar en el limbo de la mediocridad. Condena y gris eterno. Entonces, desde aquí, alentamos a buscar la victoria, para un bando o el otro, pero que sea triunfo claro y rotundo. Nada de firmar empates o especular tirando la bola afuera. Ganar de modo rutilante, aunque más no sea para que cuando nos recuerden, siempre aflore esa frase tan nuestra: Ja! el negro...flor de hijo de mil era...
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