Un Bar

21 septiembre 2006


Rompo la indecisión y entro. Las manos de mi conciencia no pueden sujetarme. Y entro.
El bar está como lo recordaba. Todo en su lugar, como si lo hubieran conservado de acuerdo a mi mapa mental. Mi mesa, nuestra mesa, vacía. Trémulo, me acerco. Acaricio el respaldo de mi silla.
Me siento y espero.
Un mozo, rebalsando simpatía, me saluda mientras repasa la mesa. Pido una cerveza. La ventana me da la vista que extrañaba, la plaza de sombra interminable. Y siempre sonando de fondo lo mismo. Esa vieja canción que nunca alcanzo a reconocer, tan obsesivamente conocida, pero que nunca llego a descifrar.
Llega mi cerveza. Inclino el vaso para servirme y siento el frío que inunda el vidrio, que hiela mi mano. Perfecto, me digo, y bebo despacio.
El mozo y un tipo detrás de la barra hablan en voz baja. Trato de seguir percibiendo todo lo que me trae a la mente el bar. Todas esas noches que vimos hacerse días, y esa mezcla de aromas, olores y hedores de bar. Lo rústico de la mesa, las huellas de mil parroquianos en ese cuadrado inanimado.
Todo, todo, me hace desembocar en lo único que falta.
-.Señor, me dice el mozo robándome de la película vieja, -.estamos por cerrar, gracias por su presencia... Sin entender que sucede, le digo que cómo va a cerrar ahora, no terminé mi cerveza, y ni siquiera es una hora decente para cerrar.
-. Es hora de cerrar, señor. Lo estábamos esperando, justamente para hacer lo que ya hizo. Mejor no siga. Deje este bar en su recuerdo, y a nosotros en paz. No agite fantasmas...

0 Vos dirás...: