El Beso Rogado

26 septiembre 2006


Cada tanto, aparece algún estúpido, que seriamente, pretende construir una analogía para explicar cuestiones sumamente humanas, y trata de valerse, por ejemplo, de fórmulas matemáticas. Lo mismo da si apela a leyes físicas. Pero peor aún es aquel que resume todo a reacciones químicas, cuando para nosotros son verdaderas tragedias, con finales sublimes y gloriosos, o en el otro extremo, claramente oprobiosos. Todo resumido a una combinación de líquidos, enzimas y terceros componentes. Para la anécdota quedan entonces lo complejo, lo intrincado y lo sorprendente de las relaciones. Personalmente, no quiero que me expliquen lo que siento. Si disfruto con buenas descripciones de esos sentimientos, sin la necesidad de la justificación
científica.
Habíamos hablado días anteriores del beso. Y quedó algo para relatar. Una categoría que, de por sí, implica un grado de patetismo sumo, y es el beso rogado. Si, ese que se ruega dar o recibir. Es un beso que se pide, y eso le imprime algo que no tiene ninguno. Otro beso que será único e irrepetible. Quien me recordó su existencia es Morrissey, que lo describió de manera tal, que camina sobre la cuerda floja de la cursilería, y zafa brillantemente de caer sobre terrenos que queremos evitar.
Hay un lugar en el sol, para cualquiera. Para el que tenga la voluntad de alcanzarlo. Y yo creo que hallé el mío. Entonces... cierra tus ojos y piensa en alguien que fisicamente te deslumbre, y déjame besarte... Luego abrirás tus ojos y te encontrarás con alguien que rechazas, pero entonces mi corazón ya estará abierto, para vos...

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