Inalcanzable

14 septiembre 2006


Mírenla!, no la ignoren.
Esto lo hace por vos, por mí, por todos. No, no te sientas excluída. Por vos también.
Para eso estamos aquí. Para gozar de su presencia y sufrir su lejanía. Para desearla a la distancia y sentir nítidamente que no nos pertenece. Que ella es ajena, y su luz, propia.
No ruegues que pose su mirada en vos, ella no mira sino a su séquito, ese círculo elegido que la rodea. Ni sueñes con soñarla, hasta en sueños es esquiva. Ella eligió ser así. Hizo de su cuerpo el templo y mirándola la adoramos. Por sus privaciones. Por su tenacidad. Por su elección. Porque barrió la tentación y las flaquezas de su existencia sólo para ser tan inalcanzablemente bella, perfecta, y, en secreto, ser envidiada por las de su género.
No. No dejes de mirarla, de mostrarle que te interesa. Sino su belleza se desdibuja y toma el gris uniforme de la multitud, de la masa. No lo sabías?, ella es y existe porque la miramos. Y nosotros, hombres, precisamos una mujer inalcanzable. Que se aleje de toda comparación. Que nos muestre todo, para no darnos nada.

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