La tele suele mostrarnos, como un espejo deforme, algunos retazos de realidad en los que podemos adivinarnos. Personalmente, creo que muchas familias tienen toques o ingredientes de los Simpsons o los Bundie (los Argento, como se los conoce por acá). En algunas mujeres, creemos ver, con cierto grado de aproximación, a las protagonistas de Sex and the City, o Amas de Casa Desesperadas. Pero lo que raramente, o mejor dicho nunca, observamos en nuestras cloacas de comunicación es a las "mujeres clausuradas". Quiénes son?. Todos las conocemos, pero su afán de pasar desapercibidas, ha hecho que los observadores tengamos que aguzar la vista. Suelen andar por la vida enfundadas en sus joggings de gimnasia, aunque no pisan un gimnasio desde que dejaron la secundaria. Remeras o camperas lo suficientemente grandes como para albergar a su familia debajo, aunque el cometido es taparse decorosamente. Zapatillas "cómodas, viste?, para andar todo el día". Sino no es pelo corto, el cabello recogido, pero nunca fuera de esas variantes.
Son las que uno ve en la calle con niños a la rastra, las bolsas del super colgando como alforjas de un caballo, y desplegando una pancarta invisible que dice: "No soy mujer, soy madre".
A ciencia cierta, nadie sabe cuando mutan de un estado a otro. Algunos fijan la fecha de un parto como comienzo del cambio, pero no lo podemos afirmar. La cuestión es que puertas adentro, exteriorizan módicamente su condición escuchando a Arjona, y en sus variantes mas progres, sollozan en privado con Sabina y Serrat.
Hay sufrimiento y entrega en esas vidas, tan poco reconocidas. Esos rollitos, esas estrías y esa celulitis fueron conquistados en la dolorosa tarea de enterrar a una mujer deseable y apetecible a los ojos de todos los hombres, para convertirse en la fiel imagen de la madre, esa que tiene estatuas en las plazas de los pueblos, la que se honra, la que no se toca, con la que no se juega, Madre, de las que hay una sola. La que tristemente pensó un día que para ser madre, tenía que dejar de ser mamita.
Son las que uno ve en la calle con niños a la rastra, las bolsas del super colgando como alforjas de un caballo, y desplegando una pancarta invisible que dice: "No soy mujer, soy madre".
A ciencia cierta, nadie sabe cuando mutan de un estado a otro. Algunos fijan la fecha de un parto como comienzo del cambio, pero no lo podemos afirmar. La cuestión es que puertas adentro, exteriorizan módicamente su condición escuchando a Arjona, y en sus variantes mas progres, sollozan en privado con Sabina y Serrat.
Hay sufrimiento y entrega en esas vidas, tan poco reconocidas. Esos rollitos, esas estrías y esa celulitis fueron conquistados en la dolorosa tarea de enterrar a una mujer deseable y apetecible a los ojos de todos los hombres, para convertirse en la fiel imagen de la madre, esa que tiene estatuas en las plazas de los pueblos, la que se honra, la que no se toca, con la que no se juega, Madre, de las que hay una sola. La que tristemente pensó un día que para ser madre, tenía que dejar de ser mamita.
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