14 noviembre 2006



Qué hago tirado aquí, nuevamente, buscando el control?. Nada que hacer, nada especial que sentir, poco en la heladera, poco en la bolsa de esperanzas. La tele me llama bajito, imperceptible, casi inaudible. Aprieto suave el botón rojo. Aparezco en Egipto. Un click más. Transpiro en una clase de gimnasia que promueve no sé que método que me deja duro, sexy, bien conmigo mismo, y tengo que tirar toda mi ropa vieja, porque no me hará falta. Subo más aún, y la marea de noticieros e idiomas extranjeros me hace preguntar, esto es todo?. No. Vuelvo a cero. Inicio de zapping segunda ronda, la revancha. Comidas, platos cuadrados, chefs, cocineros de utilería, hierbas aromáticas, especias exóticas, y click!, cestos de mimbre para el baño, remachadoras y bricolage para todos. Me voy. Salto los canales de aire, atravieso la tentación. Pelotas rodando, volando, gente corriendo, pegándose. Más allá, dibujos, dibujitos de todo tipo, y sigo, sigo, no paro. Pelis, pelis viejas, pelis viejísimas, la vi, la vi, la vi, ...a ver? no la vi?...si, la vi. Documentales serios de ceño fruncido. La vida en el fondo de un pantano del sudeste asiático, la reproducción del cascarudo tuerto, y la historia del creador de la rueda de atrás de la bicicleta. Música, los diez más pedidos, los diez recomendados y nunca los diez más detestados. No!, me parece que... peligrosamente me acerco al final.
Ya es tarde, demasiado tarde. Una vez más llené el hueco. No pensar, ver sin ver, sin interés y con anestesia para que pase el tiempo. Para que se devore esto, antes que me devore a mí. Por eso, amo la TV.

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