El Sano Ejercicio de la Duda

01 marzo 2007


Hace unos días, estaba releyendo la historia de una inglesa que conoció la abuela de Borges. En realidad, es un cuento de Borges, basado en esa historia verídica. Una inglesa cayó cautiva de los indios, y un guerrero se la adueñó. Tuvo hijos con él, y, la fuerza y la resignación, hicieron que adoptara todas las costumbres de las tolderías, por cierto, muy alejadas de las costumbres que uno cree o le adjudica a una señora inglesa. Por su parte, la abuela de Borges recala en Argentina con otra suerte, y de la mano de un estanciero de esos que de tanto en tanto, vemos luchar por los supuestos derechos del campo.
Cierto día, un soldado presenta a las inglesas, que asombradas, se reconocen a miles de kilómetros de su suelo natal. Y tal vez, a muchos miles más de sus estilos de vida. El asombro mutuo fue cediendo a la curiosidad, a medida que se iba dando la charla. Una, con su lengua muy presente, la otra mezclando términos del araucano con el castellano, y un inglés que debía bucear en su mente para rescatar. Luego del fugaz encuentro, cada cual volvió a su realidad. Dice Borges que la visión de una con la otra, afectó a su abuela de manera particular, llegando a hacerla pensar sobre su vida y el entorno en las pampas del siglo XIX, cerca de la frontera con los indios.

En nuestras vidas se suceden ráfagas de encuentros similares, en los que nos enfrentamos a semejantes, que son más "semejantes" de lo que podemos creer. Que pueden hacernos chocar con realidades que pretendemos evitar, y más aún, que creemos esquivar "in eternum". Y como si pudiéramos congelar conflictos eternamente, nos autoinyectamos sobredosis de sedantes para pasar de largo estaciones que, tarde o temprano, nos van ver bajando.

La británica abuela de Jorge Luis Borges, se horrorizó al saber que una inglesa vivía en un toldo indio, y comía carne a medio asar. Ella habitaba un pueblo recóndito de frontera, lo último de la llamada civilización, con apenas un par de comodidades más que la india inglesa. Creía que estaba muy lejos de la barbarie, hasta que dudó.

No tengo personal trainer para mi cabeza. Por eso se me ocurrió que hoy es un buen día para ejercitar la duda, sobre todo, con aquello que tiene cimientos en nuestra vida. No sea cosa que no nos demos cuenta que el hormigón con que construimos, resulte ser adobe. Digo.