Desagüe

20 marzo 2007


No sé si soy yo, o alguien acompaña en el punto de vista.
Lisa y llanamente, estoy harto de tener que hablar por hablar. No me refiero a mi actividad en la radio, ni siquiera a la charla necesaria que se debe entablar por cuestiones de convivencia, y demás. Me refiero a los simpáticos profesionales que uno cruza en la vida, que sin conocernos ni siquiera se toman el trabajo de pensar si tenemos ganas de hablar, y nos abordan con alguna frase.
Qué día, eh? puede ser el comienzo de una disertación acerca del tiempo, y depende de la edad del charlatán, nos enteraremos por medio de una tabla comparativa que los veranos ya no son lo que eran, y fríos eran los de antes. No importa que diga uno, con solo mirarlos, le damos pie para que la catarata de palabras se prolongue. Una cola en el banco, el asiento en el colectivo o cualquier situación en la que debamos esperar, es propicia para estos incontinentes verbales que precisan, si o si, descargar en alguien. Y está claro, no quieren dialogar, quieren escucharse.
He soportado, porque soy corto de carácter, lo admito, gente que ha sido capaz de hablar de conflictos de familia muy íntimos, durante un viaje a Buenos Aires y por el simple hecho de compartir un asiento. Cosas que no le contaría a mi psicólogo (que no lo tengo, pero tampoco le contaría), y ni siquiera a mi abogado (que por ahora, lo tengo en espera).
Será que uno inspira confianza para que le cuenten? Tal vez una cara que subraya cierto rasgo de bondad o paciencia, hacen que se abra la canilla de palabras, no sé. Lo verdaderamente llamativo, es volver a encontrar a esa gente, y uno con el saludo a flor de labios, se queda frizado notando de qué manera no te registran. No! Yo le presté oídos durante horas, asentí con mi cabeza, me hice cómplice de sus pensamientos, para que olvide mi cara a la vuelta de la esquina? Qué decepción.
Qué terrible contarle cosas íntimas a alguien, para luego olvidar dónde depositó una parte de su vida, en forma de confesión.
Aunque pensándolo bien..., que buena manera de sacarse un problema de encima, agobiar a alguien, anónimo, con las cosas de uno, y luego, si te he visto, no me acuerdo. Sigo pensando, y creo que es una manera interesante de vaciar la mochila, aliviar la carga que tantas veces nos agobia. Sería algo así como una "Terapia de Ruleta Rusa", uno sale a la vida sin sospechar que en cualquier momento, puede convertirse en el desagüe del ánimo de un desconocido.
Un motivo más para salir a la calle, a la vida, con la guardia alta.