Yo te lo guardo

18 abril 2007


Como cuando uno ve juntarse las nubes que aparentaban dormitar en los rincones del cielo. Al igual que el momento en que la llama del fósforo pasa peligrosamente la mitad. En situaciones por el estilo, la experiencia hace sonar la alarma. Y normalmente la oímos y le hacemos caso. Entonces, por qué desoír el toque de atención, en casos en que se comprometen cosas más importantes que la ropa en el tendedero o un dedo chamuscado?.
Será porque hay placer. Porque se disfruta de algo que tiene "vencimiento", digamos, o una prohibición explícita. El camino sobre el filo del cuchillo requiere habilidad de circo, y esto lo sabe todo el mundo. Sin embargo, para darle un ingrediente interesante a la vida, lo practicamos todos. Pero me quiero concentrar en otro aspecto de la cosa. El goce de lo prohibido produce el doble de placer, diría yo. La fruta es más dulce, la gallina robada es más sabrosa. Será por eso que la divulgación del goce prohibido ajeno también produce placer? Obviamente no es lo mismo, pero cuánto cotiza la revelación de un amor oculto, una pasión incendiaria que se desconoce o una debilidad protegida bajo siete llaves?. Me pregunto por qué no hay un estudio, de los tantos y estúpidos que conocemos todos los días, que nos diga qué químicos trabajan y cuáles áreas del cerebro se estimulan cuando contamos un secreto ajeno? No me digan que es la sensación de poder que da el tener información que otros desconocen. No es el caso. Los que conocen la fórmula de la Coca Cola se sentirán unos peldaños debajo de dios, pero no se lo cuentan a nadie. Cuando accedieron a conocer los ingredientes, ya se sabía que no iban a poder contarlo, y en nuestro caso el placer reside en contarlo por lo bajo, previa actuación, pedido de juramento que sabemos se romperá y mil recomendaciones que pueden incluir la consabida frase "no digas que yo te lo conté". El permiso más explícito para propagar el secreto.
Ahora bien. Sabemos lo que sólo saben los involucrados. Nosotros somos la parte intrusa de la cuestión, y nos enteramos por casualidad o por descuido de los protagonistas, (dejo de lado la confesión que nos hace un amigo, porque esa revelación implica ser un remachado traidor clase A). Qué clase de secretos son material de tráfico y cuáles deberían guardarse?, cuál es el tiempo prudencial para guardarlo y luego sí darle rienda a la señora chismosa de ruleros y batón que llevamos dentro?. Será cierto eso que nos endilgan las mujeres, que los hombres somos peores que la mujeres en el tema?. Quién sabe, no es material para producir la falta de sueño. Pero si uno de ustedes supiera lo que me enteré, es probable que esta noche no duerma.