Creyente I

24 abril 2007


Mi amigo, que de mujeres conoce bastante, opina que el tema es un intocable y a la vez un clásico de las promesas en una relación. Yo, que soy muy pragmático y de tantear hasta donde veo, prefiero pensarlo como un anacronismo.
El bar se va despoblando. Las vasos vacíos y la cortina de humo son lo que más abunda en la escenografía, y la charla sigue por los carriles previsibles de cualquier charla a esta hora.
Viejo, te lo aseguro, no hay mujer que no sucumba ante la promesa de una estrella, o la luna misma. La esencia de la relación, sea una noche o una vida, está en creer en un momento que eso es posible..., me entendés Negro?.
Si, contesto, lo que pasa es que hoy las cosas cambiaron, Machín. Yo no siento creíble el ofrecimiento...
Si no creés, no vendés, gil
, me dice Machín que siente que trae la palabra para revelar. Cómo encarar la montaña, si cuando llegás a los pies, empezás a recular? En esa batalla, empezaste perdiendo. Qué hacés cuando te gusta una mujer? Te acercás pidiendo permiso? Esta silla está ocupada? No, gil. Nunca una pregunta, siempre afirmaciones. Y al momento de la concreción, la promesa. Eso resume lo que uno es capaz de hacer por ella. O vos conocés alguna mina que dé sin promesa, aunque sea una promesa vaga, barata o difusa?. Ninguna, hermano, ninguna. Ni siquiera las chicas a las que tenés que pagarle!. Porque si la plata está, hay cama, pero si das más, hay más.
Me retiro un poco de la mesa, llamo al mozo, y pido dos fernet más. Esto se vislumbra extenso, como un discurso en la ONU.
Sabés cuál es tu problema? No se trata de parla, de chamuyo. Vos no te das cuenta si te creen o no cuando hablás? Yo me doy cuenta. Y sabés donde empieza el tema del descreimiento? En tu propia cara, Negro. Si estás ofreciendo plumeros, para vos el plumero es mejor que una ultraspiradora de la NASA, entendés? O sea, conclusión, no hay nada mejor para esa mina que vos. Desde ese lugar prometés, y desde ese lugar sos creíble. Vos creés, ella cree, los dos la pasan genial.
Largo el vaso y me pregunto en qué momento solicité una lección de vida. No contesto, sólo miro para no provocar una nueva catarata de frases. Pero parece inútil...
Imaginate un vendedor callejero. Quién los quiere? Quién los soporta?, sin embargo todos les hemos comprado algo. Se mueren de hambre? Lo dudo, sino no habría más hace rato. Negro, convencete, creer es la llave.
El mozo, con amabilidad de 7 de la mañana, se acerca a cobrar. No precisa decir nada más. Nosotros enfilamos hacia la calle, y yo pienso cuántas cuadras más me quedan por caminar.