Antes de que se apaguen las luces

17 abril 2007


Faltan pocos días para lo que sería su cumpleaños. Hace ya un tiempo que vengo recordando la fecha, a pesar de ser de esos a los que los números les pasan por los costados.
No recuerdo como lo conocí, pero si sé que me fue a buscar, y que tenía un hueco que precisaba llenar.
Todo hombre precisa en algún momento de la vida sentir que va a dejar algo para el futuro. Tal vez haya alguien que quiera resumir ese sentimiento a un llamado de la naturaleza, o a la preservación de la especie. No estará equivocado del todo, pero como seres humanos precisamos racionalizar nuestros pasos más importantes, nuestros cambios que no tienen retorno. Por eso lo imagino en ese momento, viajando en su Gordini cientos de kilómetros, sabiendo que no volvería solo. Pensando que era hora de dar todo lo que tenía dentro y el destino, la vida o lo que catzo sea, se lo venían postergando.

No se sacó la lotería, precisamente. Le puso empeño para remontar la cuesta, para entender en cada momento trascendente a un tipo que, de arranque, le llevaba cincuenta años. Pienso lo difícil que le habrá resultado. Y me pregunto cómo se construirá una relación que perdure y traspase cualquier inconveniente, partiendo de esas condiciones tan adversas.
Supo ser dueño de un bar, y jugaba al billar como lo solían hacer los hombres de antes. Muchos discos viejos de tango atestiguaban que esa era su música, y entre sus papeles amarillentos, le encontré una foto de Amadeo Carrizo autografiada y un viejo carnet de River.
Aún con los años pasando sin cesar, me sigo asombrando con su capacidad para entender y acompañar lo que no compartía, pero respetaba desde el amor. Qué gran tipo.