Un barco de papel (Surfeando un Tsunami)

15 mayo 2007


En el arte de hacer lo posible (donde dicen que vive la monotonía), también para de prestado el sentido común.
Mientras que una ola de agua viene bajando implacable, arrancando árboles de raíz y paseando casas como si fueran caballos de calesita, siempre habrá uno que está parado frente a la correntada.
Por deporte o por convicción?, esa es la pregunta que salta cuando uno divisa un puntito en la marabunta, y él, sola su alma, contraría la dirección de todos sin pedir permiso.
Cuando alguien decide en su fuero íntimo ir contra la mayoría, ya sea consciente o inconscientemente, ha elegido su destino, pero seguro ha marcado el destino de muchos otros.
La historia grande y la pequeña, la crónica de las enciclopedias y las anécdotas de barrio, todas guardan historias de desplantes, rebeldías y aparentes caprichos que torcieron ríos o derrumbaron imperios.
Tal vez, en este preciso instante, un tipo se levante de su silla y decida tirar por la ventana la calma que lo guardó durante años. O quizás, al apoyar el primer pie en el suelo, esta mañana una mujer lleve sus pasos hasta la puerta de calle y la cierre por última vez.
Porque para llevar adelante una epopeya, para escribir el primer capítulo de algo monumental, no hace falta tener a todo el imperio romano frente a uno. Basta con vencer al oponente interno, ese que nos usurpa la voz de la conciencia y nos hace posponer lo que debería haber sido ayer.