Musical Berreta (e imaginario)

14 agosto 2007


Me da una secreta e inconfesable envidia, la alegría de película musical. Esa gente bonita que se dice cosas cantando, moviéndose al ritmo de una canción que nadie puso ni toca, y seguidos coreográficamente por todos sus amigos que hacen coros y aseveran lo que dicen los protagonistas.
Bailan arriba del techo de un auto, saltan ágilmente hacia una baranda y giran del poste de un semáforo que da todos los colores al mismo tiempo. Un tiempo que se detiene porque alguien que no vemos, paró los relojes de la vida nada más que para que una pareja le diga al mundo "Aquí hay amor". Los peatones paran y se sonríen. Los conductores sacan sus cabezas por las ventanillas y acompañan la escena. Una vecina se asoma por el balcón y oficia de testigo, cantando una estrofa. Un policía de tránsito pierde la compostura, y se acopla a los pasos de baile. Una jubilada arroja su bastón y ensaya unas piruetas de circo. Tres minutos de felicidad eterna y garantizada.

Termina la canción, la pareja se mira largamente y todo se diluye a su alrededor. Los coches hacen sonar sus bocinas estruendosamente, el policía comienza a levantar infracciones y la vecina del balcón riega las plantas, mojando a los peatones que, sorprendidos, miran hacia arriba y la insultan. Las amigas de la chica se van porque las esperan sus novios. Los amigos del muchachito se van al bar y se lo quieren llevar, insinuándole que su actitud es de dominado. La anciana del bastón le pega a uno de los pibes que casi la desparrama en la vereda.

Tal vez sea sordo, quizás insensible, pero hoy tengo ganas. En algún lugar debe estar sonando la canción de mi propio musical. Será cuestión de afinar la sintonía, y dejar de negarse. Digo...