Cuando el Sol

06 junio 2007


No sé como llegamos hasta aquí. Lo sospecho, pero no lo puedo explicar. Porque las palabras las usamos pero explicar otros arribos, otras llegadas a paisajes tan tristes como éste, pero... cuando gastamos las frases, quemamos un perdón sobre otro y persistimos en desenrrollar más promesas, los sentidos se empapan de nuestra propia anestesia. El tacto se me adormeció. Perdí la encantadora fascinación de sospechar tu aroma y, cuánto más creés que el tiempo se va a dejar torcer el brazo?.

Después de dejar todas las luces encendidas, todas las señales, luego de lanzar la última bengala para que se la trague el mar de la oscuridad más negra, se acostó. Se acostó justo cuando una bandada de gorriones ya cantaban cerca de la ventana, que le traslucía un par de rayos del día.

Poniendo a trabajar con fuerza esta mente, no recuerdo días en los que el corazón no quisiera parar. Días en los que no deseara que el viento amontonara lejos toda la sucesión de amables excusas que siempre nos dijimos para no llegar al precipicio. Y méritos para caer no nos faltan, ni ahorramos siquiera el cinismo para disfrazar la culpa como destino.

En apenas unos instantes, saltó de la cama. Encendió el fuego y atento buscaba oír el silbido de la pava. Cuando estuvo listo el mate, ya todos los sonidos del día inundaban la cocina. Los engranajes comenzaron a rodar, y sin querer, ya estaba en marcha la sucesión de hechos que sin duda, lo depositarían en el punto de partida. Como todas las noches. Como todos los días.