12 diciembre 2006


No tengo ganas de resignarme, pero con que gusto lo hago.
No tengo fe, pero con que estúpida candidez espero.
No siento porque respiro anestesia, pero cómo duele.
No encuentro lugar, pero cuánta tierra he pisado sin hacer un cimiento.

Cuánto deseo de ansiar, ansias de desear. De poner en on algo vivo y latente. De latir.
De ser el hombre bomba que lleva consigo el explosivo más potente en busca de la multitud obediente.

Me cansó la rutina de ser el mudo que no sabe señas, de hacer de oficial escribiente pulcro y prolijo que se lava las manos en espadol y se quema todas las noches el corazón a solas.

Todo cabe en un par de bolsillos. Al fin y cabo, no es tanto. No se mide en quilates, ni en pulgadas, ni en cm3. No mueve ninguna aguja. Absolutamente ninguna.

Por eso, apago la luz. Otra llave que tiro por encima del hombro.

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